Trigésimo Quinta Entrada
Conocido caballero en el campo de batalla no dudaba, por rescatar a un amigo se lanzaba con espada y escudo entre enemigos cientos, las dificultades las pasaba sonrisa en boca, mas pasaba el tiempo el caballero se creía inmortal, maldito el momento en el que conoció del amor, llegó en forma de ojos pardos mientras luchaba, prendido de la dama el caballero se metió en batallas cientas con tal de ganarse el amor de aquella muchacha, luchó con tesón, ya había superado retos como aquellos. Quebró el escudo, partió la espada y con los guanteletes o a mano desnuda continuó la batalla, más los enemigos no dejaban de acaer sobre él, buscó con la mirada una espada amiga, más desolado campo encontró.
En el yermo páramo no quedaban más que enemigos deseando acabar contra el temido caballero, ya no había sonrisas, ya no había quien un escudo le prestara, no quedaba la gente a la que ayudó y no le quedaba ni la dama amada, rodeado por enemigos cientos y con un futuro incierto preguntó "¿Y con esto yo puedo?" las voces de aquellos a los que ayudó le decían "no es la primera vez que te enfrentas a enemigos en tal número"
No se daban cuenta de que ya no era lo mismo, ya no tenía escudo, ya no había espada, rota y roja estaba su coraza, y su tesón se quedó el camino "pero si eres fuerte y valiente" repetían, no se daban cuenta de que no siempre podemos ser fuertes.
Cayó de rodillas el caballero, "¿rendirse?" por qué no debería ser una opción al fin y al cabo allí estaba derrotado, solo, abandonado. Podría hacer camino por su cuenta, pero entonces que clase de lucha sería aquella, la incertidumbre lo abate y el caballero rendido cae al suelo, los enemigos, como carroñeros corren a rematar lo que queda del caballero "eres valiente, levántate" más ya no quedan fuerzas para mantener la supuesta fuerza y aquella valentía, ya tan solo quedaba un caballero roto, que había elegido mal sus batallas
En el yermo páramo no quedaban más que enemigos deseando acabar contra el temido caballero, ya no había sonrisas, ya no había quien un escudo le prestara, no quedaba la gente a la que ayudó y no le quedaba ni la dama amada, rodeado por enemigos cientos y con un futuro incierto preguntó "¿Y con esto yo puedo?" las voces de aquellos a los que ayudó le decían "no es la primera vez que te enfrentas a enemigos en tal número"
No se daban cuenta de que ya no era lo mismo, ya no tenía escudo, ya no había espada, rota y roja estaba su coraza, y su tesón se quedó el camino "pero si eres fuerte y valiente" repetían, no se daban cuenta de que no siempre podemos ser fuertes.
Cayó de rodillas el caballero, "¿rendirse?" por qué no debería ser una opción al fin y al cabo allí estaba derrotado, solo, abandonado. Podría hacer camino por su cuenta, pero entonces que clase de lucha sería aquella, la incertidumbre lo abate y el caballero rendido cae al suelo, los enemigos, como carroñeros corren a rematar lo que queda del caballero "eres valiente, levántate" más ya no quedan fuerzas para mantener la supuesta fuerza y aquella valentía, ya tan solo quedaba un caballero roto, que había elegido mal sus batallas
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