Centésimo Vigésimo Octava Entrada
Pasada la euforia del día anterior cuando el cristal chocaba y la celebración alcanzaba el cenit, volvió el muchacho a la alcoba y por un momento se sintió feliz, descubrió entonces la cama vacía, las sábanas frías y le vino a la mente el recuerdo de aquello que el tiempo le arrebató y que anhelaba, echaba de menos el amor, la caricia en la mejilla, unos labios encontrándose con otros labios, pasión, dulzura y de nuevo volvía a una alcoba vacía, fría y oscura, donde no le deparaba más que la cama que ansiaba volver a ser utilizada para otra actividad que no fuera el descanso, y tal era el sentimiento de la soledad que tan tardía en la noche llegaba que rompió el muchacho en lágrimas al pensar que a lo mejor aquel beso ante la parada del autobus, en horas nocturnas, a aquella persona a la que había amado y a veces pensaba, sentía, que aun amaba había sido el último que diere y ahora no le quedare otra amante que la soledad de la noche y el semblante de la alcoba y la cama de sábanas frías
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