Centésimo Trigésimo Primera Entrada

Se sentía dividido, nunca mejor dicho, no era la clásica división entre cerebro y corazón, iba un paso o dos más allá de todo eso, se sentía impotente por todo, sentía las ganas de quedarse en la cama pues sabía que no podía hacer nada ante esa división, le dolía cada parte de él, pues cada parte por pequeña que fuera se encontraba dividida, era una cuestión de mal o de bien, en el que él parecía ni voz ni voto tener y sin embargo impactaba en su vida de manera tan directa que como si una enfermedad por dentro le corroyera se sentía, hay gente que le llama bajón pero poca gente conoce esta sensación, es un pensamiento incrustado en tu cráneo que te dice que des el paso que des estarás equivocado y los pasos que ya han sido dados también han sido errados, es un pensamiento una voz que ante la frustración y la impotencia de no poder detenerla, te dice que te has equivocado desde el primer momento, tienes que hacerle frente a ese pensamiento pero sabes que no tienes valor suficiente, la gente te deja con ese pensamiento, ese sentimiento que poco a poco te destruye y tu huyes y huyes, hasta que te has quedado solo contra la espada y la pared y sin saber que hacer.

Rezas al Dios que conoces y a todos los dioses porque aparezca alguien que te salve, tienes esperanza, pero en tu fuero interno sabes que esa sensación es vacía y vana, estás condenado y no habrá héroes ni heroínas que te salven porque tú los alejaste y te das cuenta de que te equivocaste en el momento en el que la muerte no aceptaste y luchaste contra un destino imposible.

No hay más, fin del camino, fin del viaje.

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