La primera vez que me caí, dolió, siempre duele, el levantarse parecía casi imposible, crees que las heridas no te lo permitirán y te levantas poco a poco, arrastrándote y apoyándote en quien puedes, la segunda vez, también duele, siempre duele, pero ya sabes que de los pozos más difíciles se pueden salir, la tercera empieza a parecerte rutina, en la cuarta y quinta te crees invencible, sabes que vas a caer pero también sabes que te volverás a levantar, y entonces te confías y cuando menos te lo esperas caes tan hondo, tan profundo, perdiéndolo todo y te das cuenta de que uno jamás se acostumbra al dolor de la herida de caer, siempre duele, en esta ocasión crees que olvidaste como levantarte, piensas que nadie podrá ayudarte, que nadie te va a entender, hasta que entiendes que nunca dejarás de caer y nunca dejará de doler, simplemente tienes que entender que ni las alegrías ni las penas serán para siempre y que la caída de mañana puede ser más dura que la de ayer pero esa... esa tambié...